lunes, 2 de noviembre de 2015

De verte irte cada día en esas palabras que te alejaban de mí, 
he muerto de escribirte, odiado no hacerlo y querido a la vez. 
Me has enseñado, mujer, 
a quererte desde el profundo odio de estar solo 
y a culparme desde el ocaso de una luna que me encontraba por las noches 
mirándote en el cielo oscuro del balcón de mi habitación. 
Pasabas lenta en mi mirarte como queriendo verme sin verme apenas, 
y yo lanzando un guiño de dolor.
He querido mil veces que estés aquí, 
pero no era solo eso 
sino un fugaz incendio de mis manos incontrolables de no sentirte.

He apagado con alcohol mis horas de soledad para no pensarte 
y he fugado a las playas de ese mar inmenso deseoso de tragarme para no ser yo.
Cuándo has de venir, decía yo, 
y lo incontrolable de mis pasos me ha llevado siempre 
hasta el barranco de mis ojos que caía como cataratas insalubres mintiéndome a mí mismo.
No soy yo, eres tú; 
y tú haces tu vida fingiendo que yo he sido solamente un roce en tu mejilla. 

Qué haré ahora que mis manos me exigen burilarte como antaño yo soñaba. 
Qué haré, 
oh Dios, 
para arrancarte mi pecado y permitirme ser feliz entre las nubes de otro sol.
Acaso, me pregunto, 
debo carecer de cielos para que me veas y me sientas soso, en tu piel?

A solas olvido que he gemido de amarte 
para guarecerme en el recóndito refugio de un recuerdo 
que ya quisiera dejar atrás imaginándome en otras manos. 

Ya no quiero ser yo, 
eso dije y he virado hacia el sur de tus dedos 
escapando de ese aroma que te cubre y se nutre de esperanza.
Ya no, ya no, grítole al silencio lúgubre de mi alma entristecida. 
Me pierdo en esa espera que me aturde de estar lejos 
y me encuentro a cada instante a solas, 
cantándole a la infancia de una niña que me sueña desde el inicio de su llanto. 
Cuánto he de morir para vivir en esa vida que mis ojos miran desde muy distante 
y le ruegan a los vientos que me arrastre a llagas a encontrarme en esa fruta abierta para mí.

Cómo saber si con solo lluvia 
pudieran borrarse los años que uno lleva encima para reponer al silencio, 
silencio de mis gritos desesperados en los que me ha quedado mudo el corazón, 
y mudo el espacio dedicado a expresar muchas horas de candor. 

Estoy aquí, pero no estoy. 
O quizá me fui hace muchos años 
y vivo atormentando a quien me mira, 
sabiendo que camino a pasos lerdos pero transito lleno de vacío y con ardor.
Tú no me quisiste, 
y ahora que me dices que me amabas, 
yo he querido arañarme el pecho para no sentir el tiempo en las entrañas 
horadándome los kilómetros de arterias que alimentan mi cuerpo 
transido de un veneno inentendido, corajudo 
y de un inmenso dolor...

2 comentarios:

  1. Me ha emocionado volver a leerte....tanto tiempo sin saber de tu pluma...etérea, de esas que vuelan sin rumbo...y ahora regresas bendecido, crecido ....y herido.
    El des-amor nos vuelca hacia lo más profundo de cada uno... y el AMOR... también!
    besos y bienvenido Walo!!

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  2. Mil gracias, querida Ali!!! Borré el anterior comentario porque se me hizo insípido, jajaja. Dejé mucho pasar mucho tiempo, creo, para seguir publicando, pero espero que este nuevo comienzo no sea del todo soso como mi comentario anterior. Mil besos Ali querida.

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